miércoles, 14 de noviembre de 2007

¿Por qué?


Una de las frases que, probablemente, más repetimos a lo largo de nuestra vida es esa: ¿Por qué?, sobre todo cuando nos toca vivir experiencias dolorosas, decepcionantes o simplemente inesperadas. Y la mayoría de las veces no encontramos una explicación que nos dé respuesta a esa pregunta. Unas veces porque no la sabemos buscar; otras, porque no la queremos aceptar aunque la tengamos justo delante y otras, simplemente porque no existe.
Además, cada uno busca ese porqué de distinta forma: hay quien lo busca fuera, echándole la culpa a los demás y sin pararse a pensar si parte de esa culpa podría estar en uno mismo. Otros, sin embargo, acompañan siempre ese por qué con un ¿Qué he hecho mal? ¿Me lo merezco? ¿Es culpa mía?... Y, desgraciadamente, esas preguntas sí que suelen encontrar respuestas, muchas de ellas acusatorias de una culpa que, a menudo, no nos corresponde asumir, pero con la que estamos dispuestos a cargar ante la falta de respuestas. Pero ¿conseguimos algo con ese calvario? La respuesta es no, aunque es algo que algunas personas no pueden evitar; es un rasgo de su personalidad que seguirá atormentándoles toda la vida.

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